sábado, 1 de mayo de 2010

Se sabe que... una dimensión sale a cosa de 4€

Aunque este blog no tiene en principio la finalidad de hablar de cine, de vez en cuando no voy a poder evitarlo. Lo siento, es una debilidad personal, y si sólo me dedico a temas de política y actualidad acabaré con mis huesos en un psiquiátrico. Aprovecho esta breve puntualización para anunciar otra cosa: si queréis proponerme un tema para futuras entradas, estoy totalmente abierto a sugerencias. Ya está, al grano:

Hoy he visto Alicia en el país de las maravillas. versión 3-d, en el imax. Ya sé que se estrenó hace tiempo, pero me ha costado bastante ir por dos motivos principales. El primero, que como sigan subiendo el precio de las entradas me va a salir más rentable cogerme un avión y ver el rodaje. El segundo, que la cosa me olía a chamusquina desde hacía tiempo y tenía un poco de miedo por lo que me podía encontrar. Si me hubiera fiado de mi presentimiento ahora tendría 12 euros más en mi bolsillo. Las palomitas se las compra su padre, por cierto.

Que conste también que soy la última persona en el mundo que va a criticar a alguien por sus gustos personales. Pero para mí Alicia ha sido un tocado y hundido después de varios intentos infructuosos con el 3d. La película no pasa de entretenida, y las carencias del guión, personajes y diálogos las puede ver cualquiera que tenga oídos. No quiero hacer spoilers, así que me limito a una anécdota: a mi lado había sentados unos niños que miraban a la pantalla con un pasmo que yo tomé por atención total a los efectos visuales. En un punto de la película en que el sombrerero propone por tercera vez la archiconocida adivinanza "¿En qué se parecen un cuervo y un escritorio?", uno de ellos se volvió a su padre y le dijo: "Papá, ¿por qué repite todo el rato esa tontería?". Por un lado me duele porque desde que era un crío me han encantado las películas de Burton. Por el otro... pensé lo mismo después de el Planeta de los simios y luego cogió Tim y se sacó de la manga la fabulosa Big fish. A ver si hace lo mismo el año que viene.

En qué se parecen un cuervo y un escritorio. Cuando leí esa frase por primera vez sonreí y pasé días buscando solución al acertijo. Siempre que releo Alicia no puedo evitar volver a reirme al llegar a esa parte, es fantástico que un libro tenga ese poder de regresión infantil. En cambio, al pronunciarla Johnny Depp me dio vergüenza ajena. Que conste que no me gusta comparar películas con novelas, porque son medios artísticos distintos que en todo caso se complementan (de hecho, si una película es demasiado fiel al libro casi que prefiero que no la hagan. Una adaptación que no propone nada nuevo es algo innecesario, siempre). Pero aun así, la diferencia de reacciones entre una obra y otra dice mucho ya de lo que supone la Alicia de Burton. Ni más ni menos que lo mismo que Furia de titanes o Avatar: producciones frías, bombardeos de imágenes y poco más. Si digo que de las tres la más salvable en cuanto a argumento fue Furia de titanes (que se me hizo entrenida, lástima que pagar de más fuera una estafa) os podéis hacer una idea de las otras dos. Sí, que Avatar es preciosa. Que los efectos son increíbles. Pero que todo lo demás es más plano que el encefalogama de un adoquín me parece innegable. ¿Aun así entretienen? vale, lo admito. Y no me voy a poner gafapasta pidiendo obras complejas de la muerte porque el cine de entretenimiento es también necesario. No es que el séptimo arte se vaya abajo, ni que ahora todo sean efectos especiales: siguen saliendo producciones interesantísimas y muy complejas que conviven con el cine palomitero, tanto el que está bien hecho como el que no.

El problema viene cuando ese cine más popular que NO está bien hecho empieza a ganarle terreno al que sí. Yo entiendo perfectamente que una gran mayoría de la audiencia prefiera veinte veces una película como Indiana Jones a otra como el séptimo sello. En según qué momentos, yo también. Lo que no entiendo es que haya tantísimos que prefieran esta Alicia a Cómo entrenar a tu dragón (lo mejor que ha hecho Dreamworks y, esta vez sí, con un 3d que merece la pena). Es más, últimamente (y me temo que el fenómeno va a crecer) cualquier película de acción con efectos especiales que se precie TIENE que salir en 3d o no vale nada para las distribuidoras (que es por lo que una peli rodada en 2d como Furia d titanes fue "reconvertida" a ultima hora, con penoso resultado). Lo que importa es la forma, aunque eso suponga que el contenido sea un refrito horrible o un guión plagado de gracias malas. Quizá, después de la experiencia con los dragones, la animación en 3d se salve de la quema (ya decidiré después de que salga Toy Story 3, también en 3d), pero en lo que al resto se refiere tanta tecnología no deja de ser un vestido bonito para tapar una mona muy, muy fea. ¿Que hace un par de décadas que ocurre esto con las superproducciones? pues lo mismo sí, pero que ocurriera cuando el cine valía 5 euros máximo duele menos que cuando vale 13. Y encima les sale el asunto redondo porque si dice "bueno, seguro que es una peli espectacular, pero prefiero verla en mi casa" tiene que haber alguien cerca que suelte la máxima de "qué dices, esa es para verla en el cine. ¡Que es en 3d!".

En fin, que viva el cine de pasar el rato, pero como los consumidores no dejen de tragarse todo lo que les echan y empiecen a quejarse de la mala calidad de las "espectaculares obras en 3d" que están saliendo y por salir o del precio que cuesta verlas, me parece que el sector se va a dar un batacazo gordo, por mucho que desde la academia se intente respaldar esta tecnología para que la gente siga gastándose el dinero en vez de bajarse la películas. Casi me meto en historias de descargas, pero eso ya otro día.

domingo, 25 de abril de 2010

Se sabe que... el velo da dolor de cabeza (pero sólo al que no lo lleva)

El hiyab está de moda. No triunfa en Cibeles y seguramente no esté en el armario de Kate Moss, pero desde hace años es inevitable que cada x tiempo en toda Europa surja alguna polémica alrededor del velo islámico cuando la disputa parecía olvidada. Esta vez, la discusión ha venido propiciada por la decisión de un centro escolar que prohibió la asistencia a clase a una joven que se negaba a quitárselo durante las clases.

Por un lado, los que critican el velo suelen argumentar que la prenda es un símbolo de opresión y que limita la dignidad y libertad de la mujer. Se dice también que acarrea problemas serios de integración y demás dificultades con el resto de compañeros, que las normas del centro deben imperar sobre los caprichos de los estudiantes o que son los inmigrantes quienes deben adaptarse a nuestra cultura y no al revés.

Por otro, sus defensores recuerdan que en este país existe algo llamado libertad de credo, que debemos apoyar a los extranjeros en vez de poner obstáculos en su integración, que no debería existir diferencia entre símbolos o costumbres musulmanas y cristianas de cara a la ley.

Ahora, analicemos la situación. Si atendemos a las noticias y entrevistas derivadas de este tema podremos observar que, en la práctica totalidad de los casos, son las propias chicas las que piden que se les permita llevar el velo. Siendo así, ¿con qué cara le dices a las chiquillas "no, que es que llevar eso va contra tu libertad"? Podemos rastrear en la historia el origen de esta práctica para intentar encontrarle alguna pega al uso libre del hiyab, algo que nos diga que su pasado está cargado de desigualdades e injusticia. Estoy segurísimo. Pero luego vamos a hacer lo mismo con símbolos que nos sean más cercanos intentando mantener la distancia. ¿Por qué demonios te pones un anillo al casarte, cuando refieren claramente a eslabones de cadena? ¿Por qué montas el árbol de Navidad en diciembre, cuando era una costumbre pagana para alejar malos espíritus? ¿Por qué demonios se celebra el día de los inocentes? jamás entenderé la relación entre matar niños y gastar bromas, salvo que uno tenga un sentido del humor bastante escatológico. Y por el amor de Dios, Alá, o quien sea, ¿cómo puede tomar jamón serrano, que es carne cruda? Todo esto para decir: tratemos de valorar los actos en su momento y lugar, no a 200 kilómetros ni hace 200 años, y de ser objetivos con respecto a nuestra cultura y la ajena.

Con respecto a los problemas de integración, siento decir que hoy en día TODO puede ser una buena excusa para que los chavales se metan con sus compañeros, desde tener los pies planos hasta estar un poco gordito, ser gótico o tener padres divorciados. Creo que ningún colegio en este país ha lanzado iniciativas para cortarle los pies a todos sus alumnos en favor de la igualdad, ni se segrega a adolescentes con sobrepeso, ni te expulsan por escuchar The Cure ni te dejan fuera si vives sólo con tu madre (es más, te dan dinero para que te integres). Solución: no tirar la piedra al tejado del otro y hacer algo con los cuatro niñatos malcriados de turno en vez de obligar al resto a modificar su conducta.

Hasta aquí nos hemos estado olvidando de un detalle, y es que muchos colegios y edificios públicos poseen unas normas de comportamiento (que en ocasiones incluyen directrices referentes al vestuario). Al entrar en uno de estos centros estás aceptando explícitamente estas bases y garantizando su cumplimiento, bajo pena de sanción. Entonces mi pregunta es: querido padre, si sabes que en ese colegio que te pilla al lado de casa no esta permitida ninguna prenda que cubra la cabeza y tu hija quiere llevar velo, ¿por qué la llevas allí? Se puede argumentar que el velo no es sólo un trapo para taparse la cabeza y que posee connotaciones culturales muy fuertes, pero es que podemos darle esas connotaciones a casi cualquier cosa. El rap o el skate, le pese a quien le pese, son una cultura, y es una práctica común el llevar gorra. Los fans de la fórmula 1 llevan la de Alonso a todas partes. Mejor ni hablo de las cosas que les he visto ponerse a mis amigos góticos. ¿Unos sí y otros no? ¿Es lícito menospreciar o tratar de poco serias unas manifestaciones culturales mientras se trata de defender otra manifestación cultural? Es muchísimo más fácil que cada cual lleve a sus niños a centros cuya ideología se adapte a la propia. O, si es imposible, tratar de cambiar las cosas por una vía más pacífica que el "pues yo me lo pongo, y si me dices algo me estás discriminando y llamo a la tele". Especialmente sangrantes son los casos que se dan en colegios católicos, donde se presupone que los estudiantes (o los padres de los estudiantes) quieren recibir una educación católica. Si yo fuera cristiano no me metería en una mezquita ni una sinagoga con una cruz al cuello y botas de alpinista, por puro respeto (y comodidad, en el caso de las botas). Y si no quisiera renunciar a la cruz o a los zapatos por principios, entonces no entro a esos sitios, y que haya paz.

Conclusión: Tenemos la obligación moral de no poner trabas a la práctica de cualquier tipo de cultura (religiosa, política, deportiva, o de la índole que sea) siempre que sea libre y que no atente contra los derechos de nadie. Y tenemos la obligación de tratar dicha cultura con el mismo respeto y consideración que la propia, pero ni más ni menos respeto que ese. ¿Que un colegio prohibe el velo? pues discutamos si permitir a los colegios españoles la autoridad de hacer algo semejante, pero mientras los ciudadanos o los padres de ese colegio no decidan cambiar lo que es su ley, cualquier acto de rebeldía puede ser castigado lícitamente y debería evitarse su explotación en los medios, que sólo contribuye a hacer más grande el conflicto. Y digo velo, pero que conste que podría decir cruz, pendiente o falda escocesa. Desde aquí invito al diálogo y al respeto mutuo, pero en los casos en que la práctica de dos tradiciones (uniforme de colegio católico vs. velo, por ejemplo) son excluyentes, pues cada uno en su casa y dios en la de todos. Nunca mejor dicho.

"SE DEJA DE ODIAR CUANDO SE COMIENZA A RESPETAR"
--Tertuliano

miércoles, 21 de abril de 2010

Se sabe que... el mundo es imbécil.

El mundo está lleno de cosas que se saben pero no se dicen. Y peor: el mundo esta lleno de cosas que se saben, se dicen, pero no se reflexionan. La política es una. Mi vecino del quinto es un hombre que a menudo he oído autoproclamarse "de derechas", lo cual me parece que corresponde a una fase avanzada de neurosis terminal. No el ser de derechas: podéis sustituir esa palabra por la referencia espacial o punto cardinal que más os guste. Por mí como si sois de Lanzarote. Me refiero al hecho de que uno pueda decir tan alegremente que "es" de algo. La gente no lo piensa, pero las implicaciones del término son terribles.

Uno puede ser del PSOE igual que el que es del Madrid. Y si alguien ha asistido a algún coloquio o debate político, especialmente en periodo electoral, sabrá que la comparación con el fútbol es más que apropiada. El campo (quiero decir, la sala) suele estar dividida en dos hinchadas de seguidores incondicionales. Si estamos en la sede del partido, los aficionados irán ataviados con los colores del equipo mientras agitan banderas y repiten consignas de ánimo. ¿Alguien en el mundo piensa que cualquiera de ellos, y estoy hablando de ciudadanos de a pie, va a cambiar de bando después del debate? ¿Alguien ha visto alguna vez a alguien romper sus carteles y tirar las chapas al suelo al grito de "Maldita sea, ¡los otros tienen razón!". Es más, ¿alguien allí escucha la discusión que mantienen esos dos señores que están bajo los focos salvo para intentar hacer la cuenta de quién ha lanzado más dardos al otro? Y sin embargo tengo que decir que el fútbol presenta una ventaja fundamental con respecto a la política. Al acabar el partido, sé quién ha marcado más goles y, en consecuencia, quién ha ganado. Al acabar el debate da igual, porque en todos los canales hay un ganador distinto. Es más, cuando la televisión comienza a realizar sus famosos sondeos electorales (eufemismo para decir "quinielas"), una vez descartados todos los partidos que no van a ganar quedan tres grupos: Psoe, PP y los llamados "votantes indecisos", que decantarán el resultado a un lado u otro. Nunca me va a dejar de parecer apasionante que al segundo día de campaña el número de indecisos (que es como decir "esos que piensan lo que van a hacer", pero sonando mal) nunca supere el 10%. Y luego a saber los que votan de ahí.

¿Alguien se para a escuchar lo que están diciendo, pensando que las opiniones de ambos pueden no ser excluyentes? O lo que es lo mismo, ¿por qué tengo que ser de derechas, de izquierdas o de centro? ¿por qué tengo que restringirme a un modelo cerrado de pensamiento que hunde sus raíces en dónde les dio por sentarse a un puñado de franceses hace más de dos siglos? ¿Por qué no he visto jamás a un político decirle a otro "tienes razón, cambiaré mi propuesta en materia económica porque la tuya es mejor"? Porque entonces no sería de derechas o de izquierdas. ¿Y no se puede estar de izquierdas, verbo mucho más transitorio al tiempo que concesor de la posibilidad de cambio (y toda mejora implica cambio)?

Nosotros mismos convertimos la política en un juego de equipos. Un culé ni se plantea hacerse madridista (aunque sólo sea porque en tu barrio te matan a pedradas si se te ocurre). Todo por poder colgarnos una etiqueta que realmente no dice nada de lo que somos ni de lo que pensamos: la etiqueta hace el pensamiento cuando debería ser al revés. Yo puedo votar al PP: jamás ser del PP. Puedo cambiar de opinión de un mes a otro. Es más, necesito hacerlo. Necesito adaptarme a la situación que vivo. Necesito que mis ideas persigan lo que creo que es mejor, no que conjunten con mi camiseta. Necesito que haya opiniones apuestas a las mías, discutir, equivocarme, rectificar. Necesitamos olvidar que el objetivo de las elecciones es llevarse la liga a casa y preparar la próxima: el objetivo es vivir bien, aunque la copa la tenga otro o no la tenga nadie.

La premisa de este blog, y de cualquier iniciativa que de él se desprenda, pasa por tirar esas etiquetas. Sed bienvenidos todos aquellos que queráis participar, independientemente de vuestra ideología. Pero haceos el favor de no amurallarla.

“SER DE IZQUIERDAS ES, COMO SER DE LA DERECHA, UNA DE LAS INFINITAS MANERAS QUE EL HOMBRE PUEDE ELEGIR PARA SER UN IMBÉCIL: AMBAS, EN EFECTO, SON FORMAS DE LA HEMIPLEJÍA MORAL”
-- Ortega y Gasset

L